TODO MIENTRAS DIEGO (Y OTROS CUENTOS MUNDIALES)
Ariel Scher
Cuando era chico y me llevaban a la cancha, el momento más feliz de todos los momentos felices no tenía que ver con goles, ni con jugadores, ni con jugadas estupendas que se me guardarán para siempre en la memoria. No. Todo eso, si venía venía después. El momento más feliz llegaba cuando, después de subir cien escalones de cemento y de torcer unos cuantos recodos, a través de una arcada, uno veía por fin un rectángulo de pasto completamente verde. Verde y brillante.
Refulgente a la luz del sol o de los reflectores. Esa era mi primera felicidad. Las otras felicidades venían después. Se edificaban sobre esa belleza primera del pasto más verde y más brillante del mundo. Desde entonces me gustaba asomarme a las cosas y a las personas desde su periferia. Tiendo a creer que está bueno acercarse escalón por escalón, para que las sensaciones nos ganen de a poco.
Lo que más me gusta de los cuentos de fútbol que escribe Ariel Scher es precisamente eso: su capacidad para acercarse de a poco a sus personajes y a sus historias, a la delicada paciencia con la que nos envuelve, con la que nos prepara. La primorosa construcción de una atmósfera en la que sus protagonistas viven, piensan y sienten. Los personajes de Ariel hacen eso, y lo hacen como personas de verdad.
Algún trasnochado podría enarbolas la siguiente objeción: “Para pensar, sentir o vivir no hace falta el fútbol”. Eso debe ser verdad. Pero también lo es para que muchos de nosotros, que naufragamos ante la complejidad del mundo, echar mano al fútbol nos permite entender mejor el mundo. O aceptarlo, que también es un modo de entenderlo.
Escritorios como Ariel, que entiende de fútbol y, sobre todo, entienden del mundo, nos ayudan a hacer menos confuso el camino. Y esta vez, con yapa: algunos cuentos de Ezequiel Scher, como para tirar juntos unas cuantas paredes. Aprovecha, estimado lector. Aproveche que le faltan unos pocos peldaños. Un recodo más de la escalera. Dar vuelta este libro y arrancar por el principio. Ahí lo espera el verde. Ahí lo espera el fútbol.