GATICA: EL BOXEADO DE EVITA Y PERÓN
Enrique Medina
En la primera mitad de los 90, el mito plebeyo de Gatica se convirtió en objeto de revisión en dos obras notables: el libro de Enrique Medina Gatica, novela que acaba de reeditarse a veinte años de su publicación y con ocasión de su inminente traducción en Francia y la película de Leonardo Favio estrenada en 1993.
Podría conjeturarse que en pleno menemismo, con mayor o menor conciencia, algunos creadores sintieron la necesidad de revisar los bajos del peronismo clásico, intuyendo que algo, ahí, por contraste o reflejo desordenado, hablaba del presente. Y claro, Gatica fue un hombre que pudo haber integrado la corte farandulera que daba brillo y guasada a la fiesta de los 90. Pero en el contraste uno se da cuenta enseguida y, por si hace falta, ahí están las obras para corroborarlo: Gatica era otra cosa. No era, no podía ser menemista. En todo caso era peronista porque nunca se metió en política y porque se sentía mórbidamente atraído por Evita.
Y porque era un cabecita negra. Era por pleno derecho un ciudadano del peronismo. Cabe señalar que Enrique Medina es uno de esos escritores argentinos que fueron difundidos en otros países por genuino interés, no por trámite burocrático, ni intercambios diplomáticos de agencias y editoriales. Medina llamó la atención en la crítica norteamericana y de otros países por ser un escritor radical en su forma de contar la vida, su vida. En ese sentido, Gatica es un espejo posible del escritor que todo el tiempo se contiene sobre la página.
Es la biografía de un escritor salvaje. En el retrato de Medina, en el espejo de Medina, Gatica es un Narciso mucho más exquisito de lo que aparenta. Un refinado de la barbarie. Por eso le gusta que le digan Tigre, y no Mono. Nunca, ni en las páginas del patético final, es patético el personaje. Gatica es el relato de un mito plebeyo cuya historia, en resumidas cuentas, es tan simple como la vida, transparente y puro como el aire. Gatica era puro.