LIGA DE VETERANOS
Fernando Raluy
La música es la misma de lunes a viernes. Odiosa, en loop. Nos duele, nos incomoda. Sale violentamente desde el altavoz de nuestro celular y antes de que abramos bien los ojos, nos sumerge en ese mar de responsabilidades: la escuela, el trabajo, los trámites, las cuentas. No importa el uniforme, hay que salir a la cancha.
La música también es la misma los sábados por la mañana. Pero, por alguna razón, suena bien diferente. Nos gusta, nos ilusiona. A veces, incluso, ni siquiera hace falta. Un beso de mamá o la caricia de nuestra pareja se adelantan y nos desayunan con el plan que fantaseamos toda la semana: ponernos los botines, el short, la camiseta o el buzo. No importa el uniforme, hay que salir a la cancha.
En Liga de Veteranos, este cálido libro de Fernando Raluy, nunca llueve en los sueños de viernes por la noche. Acá, los niños de piel dura, vuelan como pájaros y bajan planetas con el empeine. Todo huele a ratisalil y eucalipto. Queda desnuda la humanidad.
Ahora, en el celular, suena y resuena la frase de un audio tan viral como indiscutible, aunque la lluvia o las nubes digan lo contrario: “Hay tremendo solcito para jugar al fútbol. Déjense de joder”.