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Entrevista a Emiliano Curuchaga, autor de De tablones y acordes

De tablones y acordes es un libro que invita al lector a viajar por los recitales más emblemáticos que se realizaron en estadios del fútbol argentino. Un recorrido histórico con mucha investigación, imágenes y descubrimientos llamativos que vas a atesorar para siempre.

Emiliano Curuchaga es periodista deportivo, hincha de Vélez y músico aficionado. De tablones y acordes es su primer libro, se publicó a finales del 2022 con Ediciones Fabro, y cuenta con casi 300 páginas repletas de imágenes, historias y curiosidades. A diferencia de los que sucede con casi todos nuestros libros, acá los protagonistas son los artistas nacionales e internacionales, no los deportistas.

Es un libro que aborda el deporte con otra mirada, pero que siempre está presente. ¿Quiénes deberían leer este libro? Es una propuesta ideal para los amantes de la música y el fútbol, por supuesto, y creemos que los que tuvieron la suerte de presenciar un recital de este estilo, seguro lo va a disfrutar muchísimo más.

¿Qué te inspiró a escribir este libro?
-Bueno, un poquito la nostalgia. Este es un libro de pandemia, nacido en lo más profundo de los encierros de la pandemia de Covid-19, sentado mirando mi biblioteca y viendo la cantidad de libros que tenía sobre música y sobre fútbol. Añoraba, en esos tiempos de mucha incertidumbre, saber cuándo íbamos a volver a ir a un estadio a ver un partido de fútbol o a un teatro o salón a ver una banda.

Un poco la inspiración es esa, que en algún momento, cuando todo se hubiese resuelto, tener un registro documental sobre cómo había sido la historia de los conciertos en los estadios de fútbol argentino. Esa era la excusa, siempre para mi los clubes, como actores sociales, tuvieron una importancia preponderante en la sociedad, y me parecía bueno mantener viva su historia y su importancia, a través de sus hogares. Como recintos de espectáculos deportivos y también de otros eventos que la investigación me llevó a descubrir, como eventos políticos, culturales o religiosos.

¿Cómo fue el proceso de investigación y de escritura en De Tablones y acordes? ¿Descubriste, en ese proceso, alguna historia o recital que no conocías?
-Fue un proceso raro, porque en primer lugar soy un autor nuevo. No es que venía con una técnica de investigación y de escritura, sino que fue mucho de aprender sobre la marcha. Y también, complicado con las limitaciones propias de un momento de la historia que nos tocó vivir, donde ir a la Biblioteca Nacional, que para mi siempre fue un lugar de consulta, estaba restringido, y pasaba lo mismo con otras bibliotecas.

Entonces me apoyé mucho en mi propia bibliografía, en revistas como Rolling Stone, en un archivo digital de la revista Pelo (después de un esfuerzo enorme de la Universidad de Quilmes), libros de música y libros de fútbol que van desde Galeano a Sebreli, pasando por Fontanarrosa y Soriano. Un poco la fuente primaria fue lo que tenía a mano y después confié mucho en colegas, amigos e historiadores como Carlos Aira, que es mi gran padrino en el periodismo, y que me brindaron un montón de información.

Con respecto a la escritura, fue mucho de escribir y leer. Muchos amigos me hicieron correcciones de escritura, estilo o de tipeo. Ellos fueron sujetos de prueba para ver si la lectura se hacía ágil, dinámica. También servía para saber si tenía pocos o demasiados datos, si a la gente que le gustaba la música le parecía relevante la información de fútbol, y viceversa. Fue un proceso importante para pulir el estilo sobre la marcha.

Yendo a los descubrimientos, tuve miles. Gran parte de la magia del libro es haberme entregado a la investigación, dejarme sorprender y no dar por sabido nada. Hay muchos datos que yo tenía en la cabeza, pero me dejé llevar por los recitales, por los estadios y las historias de los clubes. Por ejemplo, la historia de Huracán es fabulosa. La llegada de Queen en 1981 a Vélez, en el marco de los viejos carnavales y a través de una negociación fallida de traer a La mujer Maravilla, Linda Carter. O la del Padre Ernesto Martearena, que le da nombre al Estadio de Salta. Hay historias fabulosas que merecen ser contadas y que no tenían que quedar en el olvido.

También está la de Gloria Gaynor en el Chateau Carreras como show de medio tiempo de un amistoso entre el New York Cosmos y Belgrano de Córdoba, el recital que nunca ocurrió de Kiss en Boca que tuvo idas y vueltas durante años con una amenaza de bomba en la Bombonera incluida, el nacimiento del punk y el heavy nacional y los conciertos en clubes mal llamados “chicos” en medio de la transición a la democracia, el último recital de Sumo en cancha de Los Andes, la despedida de los Ramones en River y la historia del canje de tapitas en el Microcentro… Podría contarte todas las historias que forman parte del libro y las muchas que quedaron afuera porque hubo un disfrute muy grande y genuino al momento de escribirlas y con el anhelo que también lo sean para los lectores.

-¿Cómo llegaste a el título De tablones y acordes?
Junto a Fabián D’antonio, el responsable de la Editorial Fabro. Unos minutos antes de mandarlo a imprenta, mientras hacíamos unas correcciones finales, descubrimos que este libro es un viaje. Un viaje por la historia de nuestro país, cultural, política y deportiva. Y quedó así porque inicialmente iba a ser Historias de tablones y acordes, pero lo acortamos porque más que historias esto es un viaje, donde no se puede dejar de lado los distintos momentos que atravesó el país, donde las viejas canchitas de los primeros clubes empezaron a crecer y se convirtieron en recintos que hoy juntan a miles de personas.

-¿Cómo describís el libro?
Es un viaje emotivo. Apela, en todo momento, a la memoria emotiva, a lugares, a momentos. En alguna página, la obra te va a interpelar. Hay muchos momentos que no pudimos atestiguar, que simplemente nos contaron, pero ahí juega la cabeza, la imaginación y el corazón para viajar por los distintos momentos que plantea De tablones y acordes.

Es un viaje emocional, histórico que no te deja de sorprender y tiene un gran ritmo.

¿Qué comentarios recibiste de los lectores?
Es un libro que despierta mucha emoción en los lectores. Recibí comentarios diciendo que la obra es interesante y dinámica, pero principalmente fue que les hizo pasar un buen rato. Un amigo me dijo algo muy lindo: «Algún día voy a poder leerle esto a mi hija y contarle que papá estuvo en este recital y en esta cancha». Eso me generó una emoción enorme.

– ¿Cuál es tu relación con la música y por qué elegiste abordar particularmente conciertos que se realizaron en estadios?
Hablar de los conciertos en los estadios es una excusa. Los estadios juntan mis dos grandes pasiones, que son la música y el fútbol. Hay muchos factores que juntan esos dos mundos, pero los estadios son muy representativos.

Toda mi vida escuché música, de todo. Mis viejos son muy melómanos, no saben tocar ni el timbre pero me inculcaron el amor por la escucha musical. De grande me interesé más, aprendí a tocar, tuve mi primera banda de rock, después fui girando un poco al punk, pero siempre quise mantener una relación firme y constante con la música. Es mi cable a tierra, es una forma de expresarse.

– ¿Por qué crees que los artistas deciden realizar sus shows en estadios?
Es una necesidad propia del show business, por una cuestión de crecimiento y de venta de tickets. En la década del ’60 y ’70 se empezaron a necesitar lugares más grandes, y se decidió alquilar estadios deportivos, porque daba más control y un lindo marco.

– ¿Qué te gusta leer y qué música te gusta escuchar?
La primera banda que escuché en mi vida son los Rolling Stones, los descubrí hurgando en los cd’s de mis primos. En un capítulo de De tablones y acordes, cuento en primera persona lo que fue mi primer recital en un estadio de fútbol, y también quién soy y de dónde vengo, para que el lector entienda por qué hay ciertas cosas en el libro. Escucho mucho rock en español y en inglés y tengo un costado también muy punk.

Y con respecto a los libros, también leo mucho. De chico me lo inculcaron. Leo mucho comic e historieta. Una de las primeras obras que leí fue El Eternauta, y eso me abrió la puerta a mucha historieta argentina. Pero tengo gustos variados. Tengo momentos de leer filosofía, momentos de historia. Intento siempre leer y escuchar, mientras tenga tiempo.

– ¿Tenés algún escritor referente?
De tablones y acordes tiene un estilo que por momentos puede sonar un poco como el Negro Fontanarrosa, por como escribía sobre fútbol. Me cuesta definir un solo referente, pero el estilo va por ahí, muy coloquial, con un lenguaje muy ameno y familiar, que no pierde el rigor académico, pero siempre intenta ser fresco y flexible. Hay que pensar que es un libro con historias justamente de tablones y acordes, cuando uno está en un recital o en un partido de fútbol, las formalidades quedan de lado, y lo que se expresa es el corazón.