Mi mujer se fue a jugar al fútbol - Entrevista a Jorge Moreira

Entrevista a Jorge Moreira, autor de Mi mujer se fue a jugar al fútbol

Mi mujer se fue a jugar al fútbol y otras crónicas impredecibles es el segundo libro de Jorge Moreira, donde el fútbol aparece no solo como pretexto para contar algunas historias, sino también como protagonista de su cuento principal. Charlamos con él sobre su obra y otras cuestiones relacionadas.

-¿Cómo nació la idea del libro?
-¡Por pereza! jaja. El texto corto, la crónica, el cuento, son las formas literarias en la que más cómodo me siento. Encerrado en mi casa de Lomas de Zamora, por culpa de esta fackin´ pandemia, me reencontré con algunos relatos que había descartado, les pasé un poco de barniz, otros nuevos que fueron surgiendo y casi sin darme cuenta tenía más de treinta crónicas listas para publicar.

-¿Por qué elegiste ese cuento en particular como título del libro?
-El libro se iba a llamar “Mi papá es un pelotudo” que es el título de otra crónica que también forma parte del libro pero, finalmente, cambié de idea. Me parece que “Mi mujer se fue a jugar al fútbol” contiene, en si mismo, gran parte del desafío que propone la lectura de mi libro. Pensar, pensarse, pensarnos, desde otro lugar. Los hombres, en general, y los futboleros, en particular, no fuimos educados para que una mujer nos avise que regresa más tarde porque “ se va a jugar al fútbol con las chicas”. Y si eso sucede, ¿Cuál sería nuestra reacción? Yo creo que toda conducta humana puede explicarse a través del fútbol que, como afirma Dolina y yo comparto, es el juego perfecto. Hay, en nuestra sociedad, nuevos paradigmas. Recurrí al fútbol para intentar desentrañarlos. ¡Y, además, cagarnos un rato de risa de nosotros mismos!

-¿Cuál es tu crónica preferida y por qué?
-Todas están atravesadas por lo que te respondía en la pregunta anterior. Mirarnos desde otro lugar, intentar salir de las falsas encrucijadas que nos ponen todo el tiempo. Salir del “cabezadetermismo” al que definía con mucha lucidez el Diego, ¿no? River o Boca, Medialunas de manteca o de grasa… Qué se yo, hay otras alternativas.
Volviendo a la pregunta, creo que la crónica que más me gusta se llama “El viejo ferrocarril del Sur”. Intento describir, un día cualquiera, en Constitución o Retiro o la estación de Once. El ir y venir de gente. Las expectativas de quienes van, el cansancio de quienes regresan. Es re loco, pero son escenas que se repiten en todas las estaciones cabeceras de todo el mundo. ¡Te invito a leerla!

-Para los lectores que no te conocen, ¿Quiénes son tus referentes dentro de la literatura? ¿Qué estilos de relatos podemos encontrar en “Mi mujer se fue a jugar al fútbol”?
-Es muy difícil responder la primera parte de la pregunta. El escritor que más admiro es Borges. Creo que, gracias a una profesora de literatura que me obligó a leerlo a los 15 años, empecé a disfrutar de la lectura. ¡Borges es Maradona, sin dudas!
Osvaldo Soriano, futbolero, hincha fanático de San Lorenzo, es otro de mis preferidos. Cortazar, Galeano, Bioy Casares, Fontanarrosa. Salgari, Horacio Quiroga, Juan Rulfo, Bradbury. Estoy siendo injusto dejando muchos afuera. Quienes se animen a comprar y leer mi libro van a encontrar crónicas y algún cuento. Se van a reir y emocionar. Seguramente se van a sentir identificados. Quizá descubran alguna idea que les genere la necesidad de modificar algunos puntos de vista. No sé, siempre digo que todo ya está escrito, solo podemos recrearlo e incorporarle matices. ¡Ojalá mis textos se asemejaran a alguno de los escritores que te mencioné!
Al lado de ellos, soy un cuatro rústico con limitado despliegue, jajaja. ¡Pero entusiasta!

-La tapa es muy llamativa y el juego con el título del libro invita de alguna manera a debatir acerca del rol de la mujer dentro del fútbol, que lamentablemente, en muchas ocasiones, es ninguneado. ¿Qué repercusión tuvo esa tapa y qué comentarios recibiste al respecto?
-Reacciones muy diversas, Desde quien me hizo notar que “las mujeres no jugamos al fútbol con tacos aguja” hasta otro que me dijo “que las mujeres jueguen al fútbol está bien pero con tribunas llenas, ¿te parece?”. La verdad es que ya sé que las mujeres no juegan con tacos y, desde hace un tiempo, las tribunas están vacías sin tener en cuenta el género de quienes juegan. Yo creo que, en estos tiempos tan raros que estamos viviendo, el único movimiento que plantea modificar las estructuras de la sociedad es el feminismo y lo van a lograr. El fútbol no escapa a esa realidad. De a poco se van modificando situaciones. Es un camino largo.
Por otra parte, el “fútbol industria” reclama con urgencia muchos replanteos. Las mujeres son, sin dudas, parte de esos cambios.

-Este es tu segundo libro, pero en este caso podemos ver un protagonismo mas fuerte del deporte en tus cuentos. ¿Podemos esperar un tercer libro que vaya para ese lado?
-Como te dije al principio, el fútbol estará siempre presente en cualquier intento de explicación del mundo y el tiempo que nos ha tocado vivir. Mientras te respondo, imagino contar historias que surjan de las innumerables situaciones que se dan en un partido de fútbol. ¿O, no me vas a decir que una gran jugada que culmina con un tiro en el poste no se asemeja a una madrugada cualquiera que, luego de haber hecho todo lo necesario para regresar acompañados, volvemos solos? ¿O una barrera bien formada antes de un tiro libre no podría ser la metáfora perfecta para todas las dificultades que debe sortear una mujer para tener las mismas oportunidades que un hombre? ¡Quizá me diste una idea para un próximo libro!
Respecto del libro anterior, “Medias Tintas”, que publiqué en 2018, hay algunas historias de fútbol. Aquí va una.

Mística

Voy a cometer una infidencia sumando, a mi habitual autorreferencia, a un viejo y querido amigo. Espero que sepa comprender. Con Fabián fuimos juntos al colegio. Compartimos aquellos años de fines de la década del setenta. La dictadura militar se había apropiado de la Argentina y nosotros crecíamos sin saber qué pasaba realmente. Mi amigo tenía facha, fue el primero que manejó un auto propio y, fundamentalmente, jugaba muy bien a la pelota. Tres condiciones virilmente fundamentales para que las mujeres más bellas lo prefieran. A quienes los dioses nos otorgaron una particular belleza, pocas veces comprendida, y demasiadas torpezas deportivas todo nos resultaba más dificultoso. Pero esa es otra historia.

En la escuela de curas que concurríamos organizaban, cada año, un torneo interno de fútbol. Según las capacidades deportivas éramos divididos en categorías. Desde la primera hasta la tercera según fuera el nivel de destreza que cada quien poseyera. De más está decir que resultaba absolutamente justo tanto que mi amigo jugara en la primera como que a mi poca impericia no le quedara más remedio que un lugar en la categoría más desestimada. Un año, no recuerdo si cuarto o quinto, las cosas se sucedieron de manera diferente. Como contradiciendo a los dioses tauras, mi compañero Fabián decidió jugar con nosotros, sus amigos, en la tercera categoría. Quizá renunciando, o dándole un descanso, a sus situaciones de gloria permanente.

Decisión que adquirió un valor superior teniendo en cuenta que la primera jugaba los sábados por la tarde, con público que incluía hermanas y chicas de otros colegios. Mientras que la categoría más baja jugaba los domingos en gélidos horarios matutinos. Sin que nadie, o casi nadie, se interesara en nuestras impericias. Por supuesto que todos hicimos goles ese año. Salimos campeones. Ganamos una medalla. Fuimos felices y disfrutamos jugando juntos. Es posible que hubiéramos sido igual de felices si, a pesar de jugar juntos, la derrota deportiva hubiera marcado nuestro teléfono. Me pareció oportuno recordar, tantos años después, el gesto de mi amigo en estos tiempos donde ganar o perder son cuestiones de vida o muerte.